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29 de octubre, atardece en las huertas valencianas tras un insólito día caluroso y de vientos huracanados. Nadie sospechaba que en pocos minutos una avalancha de agua y barro lo iba a arrasar todo. Durante varios días, decenas de poblaciones arrasadas por la riada quedan olvidadas de la Administración y el Estado, naciendo una "zona muerta" donde la única posibilidad de supervivencia surge de la cooperación y de la ayuda mútua de los propios afectados; sin agua potable ni luz eléctrica, sin comida y sin comunicación telefónica ni informática... Pero esta catástrofe natural inmensa, que quizás es la más grande de Europa en muchos siglos, tiene una respuesta popular inimaginable. De todos los lugares de España y de las gentes más humildes nace una corriente de humanidad que acude a ayudar en las tareas de rescate y reconstrucción dando el mayor ejemplo de solidaridad jamás visto. Millares de personas, y especialmente jóvenes, acuden a trabajar por los demás sin pedir nada a cambio. Camin